Cuartel General de flechas de FET de las JONS

Como parte del proceso de socialización de Falange, espacios como éste (Casa de Agreda, Cuesta de Santa Inés s/n) eran esenciales para la transmisión de valores nacionales y religiosos

La presencia de importantes núcleos obreros y de individuos ligados a los partidos de las izquierdas, unido a la feroz resistencia mostrada por lso habitantes del barrio ante los militares rebeldes en julio de 1936, convirtieron al Albayzín en un especial objeto de atención por parte de las autoridades.

El Estado sabía que tenía que aumentar su presencia dentro del barrio si quería mantener controlado a un vecindario formado por elementos poco afines a sus ideas y políticas. Así, junto a la intensa labor recristianizadora impulsada, el barrio vio pronto como el nuevo régimen aprovechaba sus calles para su labor de socialización política. Una labor que no se reducía a los adultos, sino que alcanzaba a los niños como prueba el funcionamiento de las organizaciones infantiles de FET de las JONS, flechas, que recibieron instrucción y uniformes falangistas y desfilaron junto a sus mayores en numerosos actos públicos.

En junio de 1937, la actual Casa de Agreda, situada en la Cuesta de Santa Inés, se convirtió en el cuartel general de las flechas granadinas. Todas las flechas granadinas se situaron bajo un solo mando, el de Julio Alguacil, jefe provincial de esta organización. Pese a ello, las flechas del Albayzín en concreto fueron dirigidas por Leopoldo Castilla Velázquez, un hombre del barrio, delegado de flechas y de Auxilio e Invierno. Allí, dirigidos por el instructor, “camarada Raya” y apoyado en la labor de otros ayudantes, como Antonio Hernández o Vicente de Luna, los pequeños recibieron la formación necesaria y las “enseñanzas patrióticas necesarias para forjar hombres del mañana”. La instrucción y socialización de los niños albaicineros tenía en este caso un matiz simbólico importante, derivado de la creencia de que sus comportamientos estaban sólidamente influidos por las “malas ideas” inculcadas por sus progenitores. De este modo, la instrucción se convertía en un elemento de depuración de esas “cuadrillas de chaveas desarrapados que venían disfrutando de un dominio absoluto para romper cristales, espantar turistas y apedrear gatos”. Conductas que se verían corregidas, merced a “las rigideces ordenancistas únicas para atenazar voluntades rebeldes y enderezar espíritus dislocados, de la educación militar”. Y, de paso, el edificio sería restaurado y limpiado de “triste abandono de los años y de profanaciones horribles” realizadas por los “marxistas”.  

Fuentes y bibliografía: 

Ideal, 19-6-1937

HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio. Granada azul. La construcción de la “Cultura de la Victoria” en el primer franquismo. Granada, Comares, 2011

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