La Cárcel de Baza

Muchos presos políticos republicanos vivieron bajo condiciones infrahumanas en las prisiones franquistas

La comarca de Baza se convirtió en una de las líneas de frente durante la Guerra Civil. La mayor parte del tiempo estuvo bajo control republicano. Buena parte de la memoria de la población está marcada por las colectivizaciones de tierras y la violencia republicana que se desencadenó, pero sin duda después de esta llegó una nueva oleada de terror. Con la victoria franquista, el avance hacia otros territorios y su maquinaria represiva, la cárcel de la capital bastetana comenzó rápidamente a llenarse de presos acusados o condenados por su participación en el Ejército republicano y por sus simpatías políticas. En este proceso colaboraron tanto las autoridades como la población local con sus delaciones. La prisión de Baza se trataba de una cárcel tanto de hombres como de mujeres, según los testimonios recogidos por la zona. Otros tantos del lugar serían trasladados a otras cárceles, campos de concentración o batallones de trabajadores para cumplir su condena.


Muchos fueron los hombres que estuvieron recluidos entre sus muros. Uno de los relatos más crudos que se preservan sobre su paso por la cárcel de Baza pertenece al exiliado Mariano Redondo Martín, fechado en 1944. Hijo de Cayetano Redondo, director de El Socialista y alcalde de Madrid en los primeros compases de la guerra, nació en 1915. Durante la guerra se incorporó a unas milicias. Fue detenido en marzo de 1939 cuando intentaba dirigirse a Gibraltar para emprender el camino del exilio. Ingresó en la cárcel de Baza el 29 de marzo de 1939, permaneciendo en ella hasta enero de 1941, año en que fue trasladado a la Prisión Provincial de Granada. Finalmente, logró escapar de la cárcel sin permiso de las autoridades y marchó a Madrid, de donde tuvo que huir una vez más perseguido por la policía.


De su paso por esta cárcel recuerda las terribles condiciones materiales que se vivían y que fueron causa de un gran número de muertes. “El hambre y el terror nos apabullaban. En junio murieron de avitaminosis ochenta y nueve reclusos y apareció en el patio una epidemia de tifus”. Visitas, entregas de víveres, salidas: todo quedó terminantemente prohibido. Las porciones de comida que se entregaban eran exiguas o de muy baja calidad. Unos presos llegaron a enloquecer ante la situación de carestía y atacaron a dos soldados, que finalmente los mataron a bayonetazos. La basura se acumulaba en el patio, las ratas campaban a sus anchas y no contaban con medios para protegerse del frío invernal, lo que pudo favorecer el aumento de las enfermedades. A la represión socioeconómica contra los presos, había que sumarle la cultural. Por ejemplo, cuando los obligaban a punta de pistola a cantar el Cara al Sol, ir a misa o a escuchar los sermones proferidos por unas religiosas que prometían salvar sus almas “cegadas por el maligno”:


“Yo sé que todos vosotros sois delincuentes, que habéis cometido horribles crímenes, pero a mí, que solo soy un alma eso no me concierne. Para castigar vuestros crímenes, el Generalísimo, salvador de España, inspirado en la divina providencia, ha instituido unos honorables tribunales que señalarán con justicia la pena terrena que tendréis que pagar por vuestros delitos”.


Pero lo más terrible de la experiencia eran las “sacas” que se producían de manera aleatoria y que conducían a fusilamientos sumarísimos. Lejos de tratarse todo ello de una experiencia excepcional, fue similar a su paso por otras cárceles granadinas y a los testimonios de otros presos de todo el país.

 

Fuentes y bibliografía

Arturo ÁLVAREZ ROLDÁN, Noelia MARTÍNEZ CASANOVA, Sandra MARTÍNEZ ROSSI: La memoria amenazada. Relatos de vida e historia sociocultural de Puebla de Don Fadrique, Granada, Ayuntamiento de Puebla de Don Fadrique, 2008.


Rafael GIL BRACERO: Revolucionarios sin revolución. Marxistas y anarcosindicalistas en guerra: Granada-Baza, 1936-1939, Granada, Universidad de Granada, 1998.


Mariano REDONDO MARTÍN: En otros patios de Granada, Madrid, Cátedra del Exilio y Fondo de Cultura Económica, 2010.

 

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